top of page

Luce Irigaray

Feminismo de la Diferencia

¿CÓMO HABITAR LA TIERRA SIN DIOSAS?


En su texto: «L' oubli de Hestia»", el filósofo francés Jean-Joseph Goux, analiza en iguales términos el recorrido nostálgico de Heidegger en busca de una posibilidad de habitar la tierra en tanto que mortal, sin renunciar a la dimensión divina como realización y como fiesta. Goux explica que el término ser se identifica a menudo con el término habitar en la filosofía de Heidegger, y que tal coincidencia aumenta a medida que avanza el pensamiento del filósofo alemán. Para demostrarlo, Jean-Joseph Goux se vale de las raíces indoeuropeas de ambas palabras. Ahora bien, con esas mismas raíces ---que significan ser y habitar- se relaciona el nombre de Hestia, divinidad femenina encargada de guardar la llama del hogar. Es decir, lo divino se encuentra en la casa, y es la mujer quien lo guarda. Y las madres lo trasmiten a las hijas.

Cuando una hija se casa, la madre enciende una antorcha en el altar de su hogar y, precediendo a la joven pareja, la lleva hasta la nueva casa. De esa manera, es ella quien enciende el primer altar doméstico de su hija. El fuego representa la custodia de la pureza por parte de la mujer. Pureza que no significa virginidad defensiva o pudibunda, cómo podrían entender nuestros/as contemporáneos/as profanos/as, ni en absoluto representa una alianza con la cultura patriarcal y su definición de la virginidad como valor de cambio entre los hombres; su sentido es la fidelidad de la mujer a su identidad y a su genealogía femeninas-, El respeto de estas cualidades y filiaciones femeninas testimonia el carácter sagrado de la casa. La pérdida de esa concepción de la vivienda terrestre acompaña al olvido de Hestia en beneficio de los dioses masculinos, que la filosofía, a partir de Platón, define como celestes. Dioses extraterrestres que parecen habernos convertido en extraños a una tierra

considerada desde entonces un lugar de exilio.

Semejante interpretación de la vida terrestre, la ruptura de la genealogía femenina, la negación de sus dioses, de sus propiedades, no ayudan a una realización dichosa del matrimonio en el sentido más amplio de alianza carnal y espiritual entre hombre y mujer. Por mucha armonía que reine en una pareja, no existe espacio alguno en las relaciones intersubjetivas que no precise de un cambio lingüístico y cultural. Los dramas que esto provoca se ven quizás con mayor claridad en el arte, en la literatura, que en otras formas de representación más reglamentadas por la verdad lógica o el orden social, donde la artificial separación entre vida privada y vida pública mantiene un silencio cómplice sobre los desastres amorosos.




bottom of page