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Casilda Rodrigañez

Feminismo de la Recuperación

EL DESEO MATERNO Y LA RECONSTRUCCION DEL ORDEN SIMBOLICO DE LA MADRE


Prefacio: La necesidad de afirmar el orden simbólico materno.

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El feminismo ha producido una profunda crítica del patriarcado y de las múltiples complicidades, filosóficas, religiosas, literarias, etc., que han sostenido su sistema de dominio.

Pero esta labor de crítica, aunque vasta y precisa, no encuentra su afirmación.

Sólo ésta puede devolver a la sociedad, y ante todo a las mujeres, la potencia simbólica contenida en la relación femenina con la madre y neutralizada por el dominio masculino.

Luisa Muraro, ‘El orden simbólico de la madre’


En nuestra sociedad, el deseo de complacencia subsiste en la madre de manera más o menos contradictoria durante un tiempo después del nacimiento; y subsiste de manera contradictoria debido a la doble interferencia, de la ignorancia puntualmente servida y del enjambre de mentiras sobre la maternidad, ambas establecidas por el patriarcado.

En los momentos inmediatos al alumbramiento, y en general durante toda la primera cuarentena, el deseo materno y los impulsos de complacencia hoy se neutralizan con los protocolos médicos establecidos, que organizan la separación de la criatura de la madre, sin tener en cuenta la necesidad del cuerpo a cuerpo permanente y continuado entre ambas. Estos protocolos y disciplina médica además bloquean la confianza de la madre en sus impulsos amorosos, pues en su conciencia transmuta la confianza en sus propias pulsiones en confianza a lo que se presenta como científico y experto. En realidad hay una gran ignorancia y una gran mentira que impiden el establecimiento de la diada después del nacimiento (6). La Medicina un día tendrá que pedirle perdón a la Humanidad por el daño inconmensurable que la ha infligido y la sigue infligiendo, por al boicot realizado a la función materna durante las tres o cuatro últimas generaciones de maternidad hospitalaria.

(...)

A los dictados iatrogénicos de la Medicina durante la etapa bebé, se vienen a sumar una presión social y cultural y unos imperativos socioeconómicos, que van sofocando el deseo materno. La madre aprendió la obediencia en su propia infancia como única relación posible, creció sin ningún referente simbólico de que la complacencia existe y es viable; entonces, poco a poco ella va cambiando las relación de complacencia por la relación de dominación. Deja de complacer los deseos y pasa a ejercer, de forma más o menos contradictoria, una autoridad conforme al orden doméstico y social en vigor.

(...)

La relación de mutua complacencia forma parte del deseo materno y de las coordenadas simbólicas maternas, y es anterior al orden simbólico patriarcal que impone la relación jerarquizada de dominación en todos los niveles y estratos sociales.

(...)

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